La supervisión y las metidas de pata del analista



Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

Introducción

El quehacer del analista es solitario, no obstante, no es sin otros. Las dudas, preguntas, incomodidades y hasta la irrevocable convicción de haber cometido un error, pueden presentarse cuando piensa su práctica. Más cerca del arte que de la ciencia, el psicoanálisis no deja de interpelar al analista en el día a día. La libertad que la técnica propicia va de la mano de la responsabilidad que la estrategia conlleva. Su labor tiene consecuencias, es más, se lo convoca a tales efectos. Los consultantes; sus allegados, médicos o docentes, en diferente medida y según el caso, del encuentro con un analista esperan cambios. Es que, ciertamente, sus intervenciones generan efectos en una u otra dirección. Lacan afirma en "Función y campo de la palabra y el lenguaje": "el analista hace de su ser el eje de tantas vidas".

La formación del analista

En este contexto, la formación es imprescindible y la misma es con otros a los que se les supone saber. Así como el sujeto se constituye en el campo del Otro, un analista adviene tal en relación con otros analistas que ocuparan diferentes lugares en el derrotero. Su formación se entrama en un ternario: formación teórica, análisis personal y análisis de control. Freud ya se refirió al mismo en el año 1918, en su texto: “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?”. Sobre el análisis de control, señala: “En cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a través de su propio análisis, podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el control y la guía de los psicoanalistas más reconocidos”. Aporta la historia (biografía de Jones) un jugoso dato: la idea del control se le habría ocurrido a Freud, allá por 1904, a propósito de Steckel. Éste, luego de terminar su análisis con él, le solicitó seguir visitándolo para hablar de sus pacientes. Pero como la historia suele presentar más de una versión, otra - la del Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalís- indica que esta posibilidad comenzó a ser barajada por Freud allá por 1920. En los inicios, se propusieron dos términos: “Kontrollanalyse y Analysekontrolle - control del análisis y análisis controlado o bajo control- para atender a estos dos aspectos del control: análisis de la contratransferencia del psicoanalista y la supervisión del análisis del paciente”. Un año después, en “Los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” definió a la contratransferencia como lo “que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente, y no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro de sí y la domine”. El análisis de control constituye el ámbito privilegiado para discernir las repercusiones que dicho “influjo” ejerce sobre la dirección de la cura. Freud ya en esa época le otorgaba una importancia capital al asunto ya que, a poco de andar el texto, suelta contundente: “cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores”. Deja delineado aquello que posteriormente denominará “los puntos ciegos del analista”.

Lacan también se ocupó a lo largo de su enseñanza del tema de la formación, insertándose la misma dentro de los márgenes de las contiendas teóricas y políticas de su tiempo. En 1964 equiparó el análisis terapéutico con el didáctico y, en “Función y campo de la palabra y el lenguaje” afirmó acerca del análisis de control: “Si el controlado pudiese ser ubicado por el controlador en una posición subjetiva diferente de la que implica el término siniestro de control (ventajosamente sustituido por supervisión) el mejor fruto que sacaría de ese ejercicio sería de mantenerse él mismo en la posición de subjetividad segunda en que la situación pone de entrada al controlador”.

El término “subjetividad segunda” no arrastra las connotaciones superyoicas que pueden desprenderse de los términos “controlador” o “supervisor”.

Pero Lacan también se ocupó de la contratransferencia a la que definió en “Intervención sobre la transferencia” como “la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las perplejidades, incluso de la insuficiente información del analista en tal momento del proceso dialéctico”.

La función del analista asienta en un sujeto, que puede experimentar lo listado por Lacan en esta cita y más. Ahora bien, para poder realizar su trabajo tiene que estar advertido y darle algún tratamiento a sus prejuicios, pasiones, perplejidades e insuficiencias para que no interfieran a la hora de intervenir. El lugar que se le asigna al analista es el del muerto, dicho concepto precede al de deseo del analista. Si bien la entrada en análisis se produce mediante una suposición de saber, que constituye un artificio de índole simbólico- imaginaria, Lacan destina al analista el lugar de objeto a. Benjamín Domb lo explica claramente: “Tarea para nada sencilla jugar el juego que el análisis propone, no es sólo tarea de lector, además es preciso jugar el papel, el papel de hacerse cada vez y con cada cual semblante del ‘a’, para lo cual, cada vez el analista pierde hasta su nombre propio”. “El analista es aquel que hace que advenga, en ese lugar de nada que él ocupa, el objeto a, y no otra cosa (…) Es sólo ahí, como objeto, que el analista forma parte del inconciente de su analizante”. Por efecto de la transferencia el analista es convocado a hacer semblante de un saber que no le es propio, para ocupar ese lugar de nada. Debe desalojarse del lugar de sujeto supuesto saber - en tanto no suponerse él mismo portador del saber inconciente de su paciente - para poder ocupar el lugar de objeto a.

El analista soporta -pero no corresponde- el amor de transferencia de sus pacientes. Opera de modo de permitir instalar algo que luego tendrá que caer. Su quehacer relaciona ética y técnica, cual dos caras de una misma moneda. La cura debe ser llevada a cabo en abstinencia y con neutralidad.

Deseo del analista

El concepto deseo del analista está relacionado con los desarrollos de Lacan sobre el deseo y alcanza su punto culminante en la “Proposición del 9 de Octubre” donde lo enmarca como operador del pasaje de analizado a analista en el fin de análisis. Es un concepto absolutamente ligado a los efectos de la castración. Si el deseo del analista no fuera efecto de su propia castración, ¿Cómo podría, entonces, ocupar “ese lugar de nada”- que no es idéntico a no hacer nada- en los análisis que conduce? ¿Cómo lograría mantenerse abstinente y neutral?

En “La Tercera”, a propósito de la función del analista, lanza la siguiente frase: “Pero, si se les enreda la pata, no es tan terrible. Lo importante es que suceda a vuestras expensas”. La supervisión es el espacio propicio para que el analista pueda hacerse cargo de los enredos de su pata o, acercando sus palabras al lenguaje coloquial vernáculo, sus metidas de pata.

¿Por qué habría de ser tan importante esta segunda visión sobre la que escribe Lacan? ¿Qué es lo que se juega en las metidas de pata del analista? He aquí un breve paneo por diferentes autores. Benjamín Domb señala que: “El análisis de control le sirve al analista para advertirse del lugar en el cual él está tomado en la transferencia por el discurso de su analizante”. Porque… “… también se juega para el analista la dificultad que es para cualquiera el encuentro con el Inconciente” (Isidoro Vegh), “…el discurso analítico no puede ser portado, soportado y sostenido por uno solo” (Guillermo Belaga), y “El análisis o tratamiento posible sin afuera lo vuelve imaginariamente a la díada, al sentimiento oceánico, a la célula narcisista donde se alucina el todo de la satisfacción”. (Élida Fernández).

¿Cómo pensar la relación entre supervisión, análisis personal y formación teórica?

En los tres, se recurre a otro analista al que se supone saber. El supervisor puede citar algún concepto teórico o recomendar algún texto. No obstante, no pasa por allí lo medular de su labor. Para poner en tensión la supervisión y el análisis personal es oportuno retomar la noción de punto ciego. Freud ubica en su texto “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”, que “…a cada una de las represiones no vencidas en el médico, corresponde un punto ciego en su percepción analítica”. ¿Corresponde al “super - visor” detectar aquello que el analista no registra en virtud a sus puntos ciegos? En lo que un supervisor señala puede estar en juego un punto ciego del analista (lo que no implica que su “visión” sea “super”) y el tratamiento de los puntos ciegos del analista corresponde a su análisis personal. A esta altura, se considera oportuno citar a Daniel Paola, quien afirma “Decir análisis de control, es diferenciar un momento analítico de otro que no lo es en la supervisión. El que propone un análisis de control, ya sabe que la dificultad es con todos sus pacientes o analizantes y no con uno u otro, por alguna circunstancia de falta de saber”.

¿Supervisión individual o supervisión grupal?

Constituyen diferentes espacios y pueden llegar a complementarse. La supervisión individual favorece el seguimiento de los casos; la grupal multiplica las miradas. En la supervisión grupal converge la atribución de saber al supervisor -como en la individual- con la transferencia de trabajo entre los integrantes del grupo.

La supervisión en el contexto de la época

La contingencia es la marca distintiva de la supervisión en la actualidad. No es tan frecuente sostener un espacio regular de supervisión. Muchas veces los analistas se acercan desbordados y al borde de perder al paciente. Se produjo un viraje desde las férreas reglamentaciones de las instituciones psicoanalíticas a las supervisiones de urgencia, correlato de una clínica de la urgencia. El lazo establecido con la tarea y con el supervisor participa de las características de la época y es con eso con lo que hay que maniobrar. Como afirma Lacan en “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, “Mejor, pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”.





Lic. Norma Beatriz Vallone

BIBLIOGRAFIA:
Freud, Sigmund: Obras Completas
“Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico” (1914)
“¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” (1918)
“Los nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” (1919)
Lacan, Jacques:
Escritos 1: “Intervención sobre la transferencia” (1951)
“Función y campo de la palabra y el lenguaje” (1953)
Otros escritos: “Proposición del 9 de Octubre de 1967. Sobre el Psicoanalista de la escuela” (1967)
Intervenciones y textos 2: La Tercera (1974)
Laplanche, Jean; Pontalís, Jean Bertrand: “Diccionario de Psicoanálisis”. Editorial Paidós.

AAVV “Análisis de control” Cuadernos Sigmund Freud 22 - Publicación de la Escuela Freudiana de Bs. As. Domb, Benjamín: “La Posición del analista y la eficacia del psicoanálisis”. HomoSapiens Ediciones. Fernández, Elida “¿Supervisión?” Revista Imago Nº 62 Agosto de 2002.

Belaga Guillermo, “El pase: Una forma eminente de saber lo que piensa la Escuela”. Virtualia Nº 5.
Publicación virtual de la Escuela de Orientación Lacananiana. Abril - Mayo de 2002.