Del espejo roto a pegar (a) el espejo


Autor: Guillermo Unzain - Actualizado el 9 de septiembre de 2008

Las siguientes dos exposiciones surgieron hace ya mas de 10 años del trabajo de un grupo que se conoció compartiendo la labor en el marco de una institución y tomó el desafío de interrogar la práctica. Mucho tiempo a pasado y hoy diría que quizá, sin proponérnoslo, aquello fue cartel. En lo personal recuerdo afectuosamente aquella experiencia que me impulsó en mi formación y trabajo.

Agradezco a la Licenciada Sonia Sztern, quien generosamente autorizó esta publicación , y no dejo de recordar a la Licenciada Gabriela Freire Gimenez en memoria de quien propongo a la lectura estos textos.


El presente trabajo que nos convoca , tiene su origen en una problemática observada a través de nuestra experiencia en el marco de un tipo particular de instituciones.

Consideramos que es oportuno plantear algunas cuestiones en relación a la imagen, a la imagen propia y a aquellas que se pueden reconocer como ajenas, aunque , en algún punto nos sigue perteneciendo . Un ejemplo que podemos citar en relación a esta situación de espejo son los conocidos bloopers.

En estos hay una imagen que sorprende descalabrándose frente a la mirada de otro, digamos, alguien que se cae, y que produce risa en quien mira. Por supuesto, hay un contexto que organiza , que permite que esta situación tenga un efecto cómico, que produzca risa. Podemos pensar que en este juego donde el espejo se fractura, soy yo quien cae, y esto angustia, pero para este caso nos es posible reírnos.

Con este trabajo nos proponemos abordar otra situación, donde también se abre el juego de espejos, pero esta vez , en el marco de algunas instituciones.

A la vez creemos que es necesario dar algunas características que permitan situar nuestro trabajo. La particularidad de estas instituciones hace al tipo de pacientes y patologías que aborda a través de la modalidad de hospital de día, hogar, comunidad terapéutica , centros recreativos, etc.

En cuanto a las personas que son asistidas no siempre son definidos por el marco institucional como pacientes, es frecuente que se los nomine como internos , residentes, alumnos, etc. Y son encuadrados dentro del rótulo de discapacitados mentales , que quizá respondería mas a un criterio sociológico. Generalmente se agrupan en esta categoría patologías severas , a veces con base neurológica y otras que responden solo a posicionamientos estructurales. Frecuentemente en este medio coexisten casos de retardo mental profundo, psicosis, autismo, etc.

En lo que se refiere al personal que trabaja en dichas instituciones , también encontramos una amplia gama, generalmente vemos por un lado un equipo de profesionales tales como psicólogos, fonoaudiólogos, kinesiólogos, laborterapiastas, etc., que trabajan en distintos días y horarios, llevando adelante tratamientos individuales o grupales y por otra parte aparece un equipo que asiste diariamente al interno , paciente o como se lo nombre cuya especialidad o denominación también puede variar , estamos así ante celadoras, auxiliares, enfermeros, acompañantes terapéuticos, siendo muchas veces personas que cuentan con escasa formación , cuando no solo con su experiencia práctica, estas personas son quienes están la mayor parte del tiempo con los denominados discapacitados, son “quienes ponen el cuerpo”, se encargan de la higiene y la alimentación , de la recreación y la compañía. Es en este poner el cuerpo que se abre el terreno de la angustia, porque este otro a quien se asiste , se muestra con un cuerpo con fallas, y que toca , abraza, tironea, besa y muerde, que invade , que habla, hace ruidos o es silencioso pero que a cada momento irrumpe mostrándose como imagen fracturada, sorprendiendo con lo inesperado, el sin sentido. Y es en este poner el cuerpo que el cuerpo se expone, se ex - pone a la fractura y no solo en lo que hace a la presencia real de la herida, el hematoma, la piel rasgada, no solo a riesgo de salir magullado sino que va mas allá, en la superficie, hacia aquello que recubre como un envoltorio que garantiza la unidad narcisística lograda.

Ante el blooper la respuesta es la risa , imagen cómica que no involucra lo real de la mía sino por especularidad, lo ajeno aquí favorece la risa.

Ahora, ¿con que responder allí donde mi unidad se ve amenazada? . Pegar, pegando partes del espejo roto, intentando rearmar o rearmarme, y pegar, pegándole intentando despegarme, separándome, alejando lo intolerable, abriendo espacio que permita recomponerme; acaso sea esta respuesta a la angustia provocada por el descalabre del semejante .

Y es aquí, donde nos preguntamos por las agresiones que frecuentemente aparecen del asistente al discapacitado.

Por supuesto, esto sólo ocurre con algunas personas, no podemos plantearlo como generalidad, aunque sí nos hizo pensar en esto , la frecuencia con la que hemos observado su insistencia: insistencia significante, que podría leerse como “síntoma”; lo que indicaría el lugar desde el que nos paramos para leer y dar sentido al sin sentido observado.. Síntoma este que , según creemos , pocas veces mueve a la consulta.

Abrir la pregunta por este síntoma nos impone la idea de la perversión donde uno, el paciente, queda desubjetivizado, reducido al lugar de resto, de objeto a ser gozado por alguien que se esfuerza por mantener su imagen, su lugar de Amo , su lugar de sujeto. Pero, sin embargo, y aunque no negamos que exista perversión en estas instituciones, no es ésta la estructura que nos convoca. Hablamos de un síntoma que impresiona como perversión , pero que no lo es , por que aparece la angustia acotando el goce; ahora bien, ¿ que caminos plantea la misma? Una de las posibilidades dijimos era pegar-pegando al otro, para restaurar su propia subjetividad que tambalea ante esta imagen del cuerpo fragmentado encarnada en el discapacitado, que lo enfrenta con su propio espejo , pero roto. Pero, si pensamos en que cada vez que este sujeto se encuentra ante esta imagen que lo angustia, responde con el golpe , se produciría un relanzamiento imaginario; por lo tanto, debe haber ahí algo que legitimice esa respuesta como para poner un límite ahí donde la agresividad no lo tiene en tanto relación imaginaria, legalidad que enmarca pero que autoriza a que se repita la agresión como respuesta a la angustia , es allí donde se logra una ficción de carácter perverso , haciendo que la diferencia estructural se desdibuje ante los ojos de quien observa.

Yo pego, tú pegas, él pega, todos pegamos (al paciente).

¿Qué es lo que posibilita la respuesta agresiva?. En el blooper, legalmente está permitida la risa como respuesta compartida, pero aquí el escenario se desvanece y ya no hay espectador ni espectáculo, pero sí un discurso institucional que distribuye los papeles y legaliza la posibilidad de la agresión, el golpe de facto, ley que circula clandestinamente, vive en forma latente, pero conocida e indiscutible.

El síntoma observado , respetuoso de las leyes del inconsciente, articula perfectamente la singularidad psíquica a la legalidad institucional, ambos dan cabida a una satisfacción , y con ello, al goce; el síntoma a través del beneficio primario , la institución a través de un discurso que hace invisible la desubjetivación del discapacitado , su lugar de resto. Desde esta perspectiva , el discapacitado mental queda ubicado en el lugar de objeto, que no puede ser escuchado y su presencia fuera de lo pautado molesta , nada puede ser aceptado fuera de las respuestas esperadas. Cualquier manifestación de la existencia de sexualidad, el descontrol de esfínteres y por supuesto, toda crisis, debe ser controlada , aplacada.

Quien ocupa el lugar central en este trabajo, es quien debe responder a esta demanda institucional, por supuesto, sin mostrar falla alguna, dando a quienes dirigen la institución la imagen de integridad , sin duda. Posiblemente, esta disposición es lo que cierra los espacios para la supervisión, formación , análisis, etc. Nada hay por saber, porque todo se sabe, es más, se sabe hasta quien no sabe nada, que es el paciente, el deficiente mental, a quien nada se le pregunta y muchas veces ni siquiera se le habla.

Pero , ¿qué vemos después de un tiempo?, el personal no permanece, ¿qué pasó? El marco institucional no alcanzó y la angustia resurgió, allí donde es posible que aparezca, allí donde el sujeto indefectiblemente , va a encontrarse con la falta , y el simbólico que significaba eso ya no sostiene, en tanto discurso amo, sin la posibilidad de desplazamientos significantes, de un cuestionamiento de esa legalidad.

Ley que dispone lugares y respuestas, organizando el imaginario de tal forma que ignora la falla, cediendo el espacio a la integridad que por ser tal cierra el espacio de la palabra, espacios donde la angustia pudiera ser enfrentada de un modo distinto. El haber abordado esta temática nos lanza al terreno de algunos interrogantes ; entre ellos ¿cuál es el lugar del analista en estas instituciones? (si es que lo hay).

Si bien no es posible agotar los interrogantes, por lo menos queremos dejar planteado uno más. De acuerdo a los cuestionamientos anteriores ¿cuáles serían las consecuencias para el paciente?

Lic. Gabriela Freire Gimenez.
Lic. Sonia Sztern.
Lic. Guillermo Unzain.

~1994~

“LOS INSENSATOS”: DE CUANDO LA ETICA ENTRA EN ESCENA O ‘SI HAY FALTA , QUE NO SE NOTE”.

“A callar os digo! No es aquí vuestra palabra la que cuenta, ¿qué sabéis vosotros de la vida? , ¿Qué sabéis que os conviene? A callar insensatos y escuchadme que yo os revelaré el misterio de la felicidad, el secreto del gozar...”

En lo que antecede , rescatamos su sentido trágico en cuanto intenta acallar la vida subjetiva de quien es asistido en el marco de ciertas instituciones , palabra esta que permite múltiples despliegues, puede pensarse en aquello que trasciende a las personas y las atraviesa , donde casi se pierde la dimensión en que las personas hacen y las hacen.

Pero, ¿de que palabra estamos hablando?. En el párrafo inicial, alguien tiene la palabra y alguien la ha perdido, a la vez nos referimos a la tragedia y a las instituciones.

En el sentido en el que nosotros tomamos estas últimas van enlazadas y constituidas por las palabras, actos y silencios de quienes le dan cuerpo; cuerpo que muchas veces se nos ocurren como fragmentados, imágenes del espejo roto lanzadas al sin- sentido (los insensatos).

Pero al hablar de imágenes podemos también hablar de la otra cara, donde una institución se torna LA INSTITUCIÓN , cobra peso, se arma sin quiebres ni faltas y se puebla de sentidos (de razón).

Retomando la idea de tragedia que nos lleva a pensar en el teatro, permítasenos abrir el telón en el escenario de la institución.

PRIMER ACTO
Es la hora de la higiene, terminaron de comer, en fila india todos a cepillarse los dientes, luego, uno a uno regresan a la sala. Juan y Pablo son los últimos de la fila , quedan solos en el baño, luego de unos minutos, el auxiliar encargado se percata de su ausencia e inicia la búsqueda encontrándose con la escena desencadenante, Juan besando los genitales de Pablo.

SEGUNDO ACTO
Esta escena , junto a otras del estilo, llegan a oídos del directivo/dueño; entra en crisis, la situación lo desborda, algo se sale de los bordes contemplados aunque no de lo observado , abriendo paso al tercer acto.

TERCER ACTO
Convoca a una urgente reunión de equipo, decreta mas control, no deben quedar espacios sin vigilancia y todo lo que ocurra debe ser registrado por escrito, hasta el mas mínimo detalle, el TODO vuelve a aparecer.

Hasta aquí , el ejemplo que nos permitirá dar cuenta del movimiento de tres lugares, a saber: el protagonista , personificado por el auxiliar, quien es el portador de las acciones, es el que ejecuta el control, aparece en escena en función del asistido y del director, por ejemplo controlar , escribir, cuidar, etc.

El director, encarnando al que dirige las buenas acciones; es el que arma la escena, reparte los papeles, marca los espacios, otorgando y quitando la palabra, tomando la propia fuerza de ley.

Por último, la actuación “especial” del asistido, el lugar de quien parece estar excluido de toda posibilidad de ser escuchado, salvo como molestia, a la vez, necesariamente incluido como condición de existencia de la institución, siendo una suerte de exclusión incluida.

Esto que molesta, irrumpe y rompe con el orden, produciendo un detenimiento en el funcionamiento, ¿ que es lo que pasa cuando algo se sale de lo previsto, cuando no hay respuesta preexistente ?. Retomando el ejemplo, aquello que escapo de la mirada del asistente, el asistido, pasa a ocupar el centro de la escena, lugar que cuestiona el discurso institucional y desde donde podrían articularse algunas preguntas como ser: ¿ que significa el control sobre la sexualidad?, ¿Qué viene a cuestionar? , etc.

Se construye así un punto de ruptura que conmueve los tres lugares, irrupción subjetiva del asistido, la falta de respuesta del asistente y la demanda institucional de mantener el orden.

Irrupción subjetiva del asistido, sujeto tácito del que se predican sus bondades, se hace explícito dejando en evidencia que no todo puede ser predicado sobre él, la imagen que este discurso organizaba cae , se resquebraja ; y la palabra trastabilla a su par. Asistente a asistir! .¿ A quien?. ¿Quién requiere asistencia, presencia , en este punto, sino el director?. Llamado a escena, el todo ha de reaparecer, se exige pura presencia, que no escapen detalles, una mirada totalizadora: Acción!.

Demanda de orden a quien tampoco parece tener letra propia en esta obra, mas que a modo de bocadillo. Se dice para el bien de los chicos , de los discapacitados, se busca el orden y la limpieza, se intenta normativizar, que nada quede fuera de lo previsto, lo programado. Se le exige a quienes trabajan con estas personas, (con los llamados discapacitados), que las controlen, que se hagan cargo de aquello que molesta el orden, gritos , movimientos, esfínteres, sexualidad; como una insistencia en mantener la quietud, ¿la paz? . Los bordes son superados y aparecen los desbordes. He aquí, el punto sintomático a ubicar, conmoción de tres lugares que indican un punto de quiebre institucional rápidamente a ser tapado, la angustia hace su aparición en escena.

Este punto de ruptura se nos muestra con una estructura de síntoma, en tanto viene a cuestionar un cierto orden, un sentido cerrado y en cuanto señala algo del malestar, de la molestia. Si continuamos por esta vía , el síntoma abrirá la posibilidad de cuestionamiento y con ello, algo del orden de la verdad podría comenzar a articularse. Pero, en el marco de las instituciones, el sujeto se nos muestra desdibujado en tanto el encuadre no es el mismo, las múltiples transferencias y demandas no nos permite hablar de síntoma en el estricto sentido analítico, es decir , en tanto retorno de lo reprimido referido a un sujeto en transferencia.

Sin embargo, mantiene su carácter sintomático en su aspecto de insistencia, su repetición, en su carácter metafórico de estar en lugar de otra cosa y ser factible de adquirir un sentido diferente a lo manifiesto; de ser una respuesta frente a la angustia.

¿Cuál sería entonces, la posibilidad de desplegar un trabajo analítico en este marco, donde la ética se juega con diferentes cartas? . La ética en que parece anudarse el funcionamiento institucional, parece ser una ética del todo, del no cuestionamiento, de lo completo; sostenida a veces en la fantasía de darle lo que le falta al discapacitado, de tapar la falla. Suena como una ética vinculada a la estética, a un ideal de belleza, fundado en la buena forma y la quietud. Dicho de otra manera , hablamos de una ética del aparente bienestar, un estar bien , fundado en el orden armonioso y el buen funcionamiento. Decimos que se trata de una apariencia porque encubre otra cosa y lleva todo un esfuerzo, un trabajo, un acallar aquello que continuamente se hace presente, una insistencia en no ver ni escuchar y no dejar que se vea ni se escuche a quien constantemente dispara el sin- sentido y contrasta con la imagen de belleza abriendo preguntas difíciles de cerrar.

Hay un dicho que dice, “si hay miseria que no se note”, tal vez, pueda decirse aquí, “si hay falta que no se note”

Lic. Gabriela Freire Gimenez.
Lic. Sonia Sztern.
Lic. Guillermo Unzain.