La panacea de la Libertad Absoluta



Autor: Lic. Norma Beatriz Vallone

En los últimos tiempos se escucha por doquier un pregonar continuo acerca de la libertad que, cual canto de sirena, fascina a más de un desesperanzado y/o escéptico. Cualquier argumento se torna verosímil en su nombre, sin consideración alguna hacia el semejante, las instituciones o el planeta mismo.

Pero ¿puede el ser humano pensarse a sí mismo más allá del prójimo? ¿Tiene algo para decir al respecto el psicoanálisis?.

n principio, cabe recordar que en "Psicología de las masas y análisis del yo" Freud refiere que: "En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social, en este sentido más lato, pero enteramente legítimo".

El ser humano nace en tal estado de indefensión que requiere del auxilio invaluable e inexorable de un otro que lo aloje y asista. El otro se configura como indispensable a los efectos de su supervivencia y también de su constitución subjetiva. La vida humana es en estas condiciones o no es. El cachorro humano no tiene vida posible si no adviene sujeto. A través de los otros significativos se apropia de la lengua y de las normas. Este atravesamiento, precisamente, lo distingue de los animales.

En "Tótem y tabú" Freud, partiendo del mito de la horda primordial descripta por Darwin y en articulación con la noción de totemismo que abreva en diferentes culturas, construye un mito que da cuenta de los inicios de la sociedad. Plantea un estado inicial en el cual el padre despótico -urvater- se arroga el privilegio de gozar de todas las mujeres, empujando a sus hijos al exilio. Un día los hijos traban una alianza para dar muerte y comer el cuerpo de este padre temido y a la vez amado. Recae sobe ellos la culpa y la alianza alumbra un pacto subsidiario de la exogamia. Ninguno en lo sucesivo va a ocupar el lugar del padre. Dice Freud: "El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron origen tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión". En el "Malestar en la Cultura" Freud describe las tres causas del sufrimiento humano, a saber: la caducidad de nuestro cuerpo, la supremacía de la naturaleza y las relaciones con los otros seres humanos, siendo esta última señalada como la más importante. La cultura, al decir de Freud, se erige como "la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de nuestros antecesores animales y que sirve a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí". A la luz del presente desarrollo se perfilan nítidamente dos coordenadas imprescindibles de la organización social: la renuncia y la alianza. La libertad planteada en términos absolutos prescinde de ambas, presentando una sociedad pre- civilizatoria portadora de la alternativa inaudita de un goce absoluto y sin medida. En este punto entra a tallar el tema de la regulación. No hay cultura, no hay lazo al otro sin regulación. No hay convivencia posible con el semejante, que puede ser modelo, pero también enemigo, sin la existencia de instancias regulatorias. Las regulaciones siempre son fallidas en algún punto, pero esa cuestión es susceptible de otros desarrollos.




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