Escrito en el cuerpo

El tatuaje en la adolescencia


Sirva mi cuerpo cifrado
de emblema o de silogismo
de una heráldica en abismo.
La piel es un blasón vivo:
se descifra en negativo
y se lacera a sí misma.
(Un testigo fugaz y disfrazado)

Actualizado el 24 de junio de 2018

Escrito en el cuerpo
Estos versos son una ilustración de una afirmación que Severo Sarduy despliega en su escrito autobiográfico “El Cristo de la rue Jacob”(1999), Sarduy es un novelista, dramaturgo, pintor y poeta cubano, quien piensa que su autobiografía puede ser reconstruida a partir de las inscripciones que hay en su cuerpo, en forma de cicatrices y suturas, producidas por los accidentes y enfermedades, las que constituyen para él (y comparto sus conceptos) una arqueología de la piel.

La piel desde siempre encubre la singularidad de cada persona, lugar que en el proceso de construcción de la subjetividad, será espacio real de apuntalamiento de la pulsión, posibilitando así, el surgimiento de una envoltura psíquica, espacio de separación, o intersección entre un sujeto y un objeto en proceso de discriminación.< br />
Para el psicoanálisis el cuerpo es ante todo cuerpo erógeno y libidinal. Para Lacan, el psicoanálisis implica lo real del cuerpo y de lo imaginario de su esquema mental. Pero nos dice que para reconocer su desarrollo, hay que darse cuenta primero que las integraciones mas o menos parcelarias que parecen constituir su ordenación, funcionan allí ante todo como los elementos de una heráldica, de un blasón del cuerpo, de la misma forma en que se usan para leer los dibujos infantiles.

Como sabrán la heráldica es la ciencia del blasón, el blasón representa las insignias compuestas por figuras y atributos determinados por la autoridad del rey en recompensa por actos de valor o servicios siendo un distintivo del linaje premiado.

Lacan toma a la heráldica como ilustración, para dar cuenta de la incidencia que opera lo simbólico en lo real a la manera de marcas, en la construcción del cuerpo, como inscripción simbólica imaginaria.

Me pregunto si este pensamiento orientado en principio por Lacan hacia la posibilidad de lectura de los dibujos infantiles, no podemos en la actualidad ubicarlo también como forma de leer los tatuajes que hoy en día, se efectúan los adolescentes.

En su seminario “Aún” dirá….(….)…el cuerpo se presta a recibir marcas significantes, a ser un lugar de inscripción a partir de lo que podrá ser contado como tal. Los cuerpos quieren poder contarse, el modelo es la marca del ganado en tanto inscribe la pertenencia. Ella inscribe por una parte la pertenencia a un conjunto y una cualidad erótica”.

La inscripción proviene de la relación del adolescente al Otro primordial, de la puesta en juego de una falta., esta marca (tatuaje diremos nosotros acá) sobre el cuerpo que lo parcela, también lo erogeniza y crea la condición de construcción de un cuerpo significante, a este cuerpo en tanto construcción simbólica el significante lo arma.

El cuerpo y sus marcas son la resultante de la introducción del discurso en el organismo, la heráldica confirma que bajo su escritura se perfila la historia de los encuentros del sujeto con lo real.

Si bien los tatuajes existen desde que existen los seres humanos, su valor y función varían según el contexto cultural y según la distribución del goce que hace cada cultura. En la actualidad cada vez son más los adolescentes que se ven identificados con esta tendencia... ¿Rebeldía, gusto, capricho, moda?

El tatuaje si se reproduce como moda es que algo más quiere decir en el extremo de lo indecible.

Estas primeras marcas (tatuajes, perforaciones, etc.) suelen tener muchas veces una función de tipo ritual, en el sentido que indican una suerte de cuestión iniciática, de pasaje, ya que remiten a un hacer lazo y comunidad con otros semejantes, y operan como separación del mundo familiar y/o adulto (remisión puramente imaginaria en gran parte). Momentos especiales de resignificación psíquica, en los que nuevamente se pone en juego el apuntalamiento de la pulsión de vida y se busca claridad respecto a la propia identidad. Segunda oportunidad para dar sentido y para cubrir espacios de discontinuidad en el yo, de si se es, en función de sí o en función del Otro.

En esta época donde hay un déficit de ciertas marcas constituyentes, en una sociedad que carece de cierto orden paterno, donde se desdibujan las pertenencias, los jóvenes buscan cómo agruparse, cómo ponerse nombre. Si bien sabemos que el padre siempre es fallido, es cierto que el padre autoritario de la modernidad fue sustituido, en la contemporaneidad, por un padre caído. Las fallas en la función paterna también operan en la subjetivación del tiempo produciendo un efecto de falta de corte: muchos adolescentes padecen por estar instalados en una especie de tiempo de eternidad.

Para cada sujeto, la necesidad de marcar-se el cuerpo, puede tener alcances distintos; tampoco es lo mismo un tatuaje que una perforación.

Habría que pensar qué lugar darle a la economía del dolor en la adolescencia, a la experiencia del dolor, entendido no sólo como un medio de subjetivación, sino también, en su vertiente extrema, como un regulador necesario de estados de angustia o tensión excesiva.

Esto nos interroga como analistas: el auge del tatuaje,
• ¿responde a un vaciamiento de sentido de lo simbólico?
• ¿podemos pensar allí la localización del sujeto como efecto de la incisión en la piel?

El primer tatuaje deja una marca – un escrito en el cuerpo – que ritualiza un pasaje en el procesamiento de los duelos de dejar atrás un cuerpo infantil en búsqueda de una identidad.

El acto de tatuarse para el adolescente es una transgresión que les permite apropiarse de su propio cuerpo – marcándolo – y tal vez marcándole al Otro la propiedad que tienen sobre su cuerpo.

Desde este lugar lo hizo Daniel un paciente que es tatuador profesional, y relata en sesión que su primer tatuaje se lo realizo a escondidas de sus padres cuando tenia 16, eligió tatuarse un Gnomo cuya particularidad diferencial entre otros Gnomos era la posibilidad de “engañar, de hacer trampas” – en principio no puede dar cuenta del porque de esta elección – solamente recuerda habérselos mostrado con “mucho orgullo” a sus padres al regresar y el gran malestar familiar que provoco frente a esta “travesura” (según la denomina el mismo).

Meses después en el análisis surgirán sus dudas de ser adoptado, lo cual comenzó a sospechar cuando tenia 16 años (momento de su elección del Gnomo para su primer tatuaje). Este Gnomo elegido con el significante “de engañar, hacer trampas”, también implico , un engañar a los padres haciéndose a escondidas un tatuaje, y mostrar como él se sentía engañado por ellos en no saber sobre su origen……me pregunto si en esta vertiente no se puede pensar este tatuaje al modo de un acting- out Representación simbólica escrita en la piel y dolor vivido en lo real en el acto de tatuarse. Acto que se convierte en una paradoja, dice y no dice desde lo simbólico ya que lo vivido no puede ser expresado totalmente a través de la palabra.

En el acting out hay mostración y velamiento, se aborda algo en la realidad ante la falla del registro simbólico. Solución a mitad de camino que el sujeto tiene para intentar elaborar aspectos dolorosos escindidos de su yo. Lacan en el Seminario de “La Angustia” nos dice “ el actingo out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se muestra. …Y lo que se muestra, se muestra esencialmente como distinto de lo que es. Lo que es, nadie lo sabe, pero que es distinto, nadie lo duda”.

El acting out llama a la interpretación, se dirige al Otro, el tatuaje cuando es mostrado dentro de un encuadre analítico se dirige al analista, y el analista tiene la responsabilidad que corresponde al lugar que acepto ocupar, el lugar de analizar. Propongo que el tatuaje como escritura en la piel, es un encuentro del sujeto con lo real, da cuenta de lo que no pudo ser tramitado por ese sujeto desde lo simbólico, mostración que al modo del acting out, a mi entender y lo abro como pregunta ante Uds mis colegas., esta también para ser mirado y analizado por nosotros los psicoanalistas.

Creo que nuestra práctica como psicoanalistas implica una participación en la cultura, y participar en la cultura no es sin consecuencias.

Muchas gracias.



Lic. Verónica Icasuriaga:

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