La peste



Autor: Lic. Norma Beatriz Vallone - Actualizado el 4 de abril de 2020

La situación que nos atraviesa detenta estatuto traumático. La pandemia golpea en tanto real que desdibuja las coordenadas habituales de nuestra cotidianeidad. Genera enfermos y siembra muerte. Al igual que la guerra, suscita un estado de alerta constante; cualquier objeto, cualquier persona, puede devenir emisario del virus.

Son tiempos en los que impera la angustia. En algunos sujetos la angustia en su dimensión de señal funciona poniendo en marcha el proceso de formación de síntomas. Por ejemplo, la necesidad de higiene y desinfección es factible de multiplicar rituales obsesivos.

En otras personas la angustia invadirá masivamente al aparato generando una serie de efectos que no se caracterizan por su estructura de metáfora. Quizás, el atiborrarse de determinados productos remedando un proceder adictivo pueda pensarse como un acting aut. A su vez, aquellos que huyen de la cuarentena instalada por orden judicial pueden estar haciendo un pasaje al acto.

Otros podrán bordear la angustia a través de palabras y actos que ponen en juego lo más singular de cada cual. Ejemplo de ello son los aficionados a la música que cantan en los balcones, los cocineros de vocación u oficio que aprovechan las largas horas del encierro obligatorio para preparar ricos platos, etc. En este grupo quedamos comprendidos los analistas cuando pensamos en nuevos dispositivos que nos permitan seguir sosteniendo nuestra práctica.

A otro nivel, notamos que la pandemia confronta a los diferentes gobiernos con una encrucijada: priorizar la salud y la vida o la economía. En realidad “vida” o “economía”, implica un falso dilema, al estilo del trabajado por Lacan en el Seminario 11: “la bolsa o la vida”. Si no hay salud y no hay vida: ¿qué, con la economía? Días pasados un gobernador estadounidense planteaba que él mismo y muchos de sus compatriotas mayores de setenta años estaban dispuestos a morir en pos de sostener a la nación. El presidente de ese país, a su vez, afirmó en declaraciones públicas que la economía más grande del mundo no puede permanecer cerrada. En este punto “la nación” o “la economía más grande del mundo” concierne al Ideal que en tanto heredero del narcisismo involucra un aspecto absolutamente mortífero. Y aquí el significante “mortífero” debe leerse rigurosamente a la letra. Por estos días E.E.U.U., es el país con mayor cantidad de infectados y muertos. En contrapartida, en nuestro país, como en algunos otros también, la consigna es “nadie se salva solo” “cuidémonos entre todos”, lo cual constituye una apelación al amor. No al amor en tanto fenómeno ilusorio que vela la falta, el que puede circunscribirse al enamoramiento. Aquí se trata del lazo que se establece a partir de la falta. Todos somos humanos, todos somos vulnerables, cuidémonos entre todos. Porque nadie está más allá del bien o del mal, de la vida o la muerte, es que todos tenemos que cuidarnos y cuidándonos, cuidamos al otro. Y lo más interesante es que el amor puede prescindir de ciertas manifestaciones evidentes, como por ejemplo, besos y abrazos, y ponerse en juego de muchos otros modos.

Para terminar, estoy considerando las consecuencias que deparará la pandemia en diferentes aspectos. Vinieron en mi auxilio las palabras vertidas por Oscar Lamorgia en su libro “Herejías del cuerpo” de Letra Viva. Lamorgia analiza el impacto que los paradigmas de las denominadas ciencias duras imprimen sobre las teorizaciones de las ciencias humanas. Dice al respecto, “Los modelos de la física clásica de los cuales Freud era tributario, la termodinámica a la cual hace referencia tantas veces, no son los modelos privilegiados de la época en que nos tocó vivir a nosotros” Lamorgia toma (entre otros) los conceptos de Ilya Prigogine, quien en su libro “Las leyes del caos”: “refiere la eficacia que el caos posee a la hora de propiciar el trazado de una nueva legalidad a partir de su estallido”. Lamorgia articula lo expuesto con las enfermedades psicosomáticas. Plantea que muchas veces –aunque no todas- pacientes que atravesaron graves enfermedades y cruzaron determinado umbral de dolor pueden a continuación generar grandes cambios y armar nuevas narrativas. Me pregunto si a partir del caos que el Covid-19 produce no podría suceder lo mismo. Es un tema para seguir pensando y escribiendo.




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